No sabia cuanto tiempo llevaba allí colgada. Podían ser horas, días o incluso meses, entre aquellas cuatro paredes el tiempo no tenia cabida.
El dolor de las muñecas iba creciendo y estaba llegando a un punto insoportable, aquellas argollas de metal le despellejaban la piel implacablemente,como si fuese mantequilla, pero en el fondo lo agradecía, en aquellos momentos en los cuales el dolor la despertaba era cuando se sentía realmente lucida y percibía sin ninguna duda la escalofriante realidad en la que se encontraba inmersa:
Una silla vieja, un pequeño armario y sangre, su sangre, desperdigada por cada rincón de la minúscula habitación.
Aun no entendía como no había muerto, no era capaz de imaginar la motivación para colgar a una niña de 17 años en un cuartucho y torturarla sin descanso.
Escucho un ruido en el exterior y la puerta frente a ella se abrió cegándola durante un instante para después dejarla percibir una ultima vez aquella sombra inmensa.
Dolor.
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